La cólera del rey de reyes de un solo ojo
Yo soy dueño de esta
isla, y ustedes han venido a invadirla. ¡Qué curioso!, últimamente varios
humanos ilusos han tratado de asaltar mis tierras donde convivo con mis
hermanos gigantes y lo que no saben, es que el único destino que tendrán en
este lugar será su muerte, no tendré piedad alguna con ninguno de ustedes
cucarachas desagradables.
Mi nombre es Polifemo,
el gigante más poderoso de todos los gigantes, hijo de uno de los Dioses más
importantes del Olimpo. Mi padre Poseidón dueño de todos los mares y todas las
aguas, en fin, no estoy aquí para hablar de él, ya que, en estos momentos lo
más importante para ustedes y sus miserables vidas debo ser yo, escuchen con
atención las últimas palabras de su existencia.
El desgraciado de Odiseo y
sus hombres, llegaron un día a mi acogedora cueva, y creyeron que estaban
robando a un simple bandido o pirata que estaría de paso por la isla, pero me
estaban robando a mí el rey ciclope, su excusa es que venían de un viaje muy largo
lleno de aventuras, babosadas humanas como ya estaba acostumbrado a escuchar,
mi única reacción fue reírme y encerrarlos en mi morada, para después acabar
con sus vidas poco a poco, aunque no les mentiré el sabor de su carne y el
sonido de sus huesos crujiendo entre mis dientes es mejor que cualquier festín.
Sin duda al que más recuerdo es a Odiseo el pobre imbécil que me cegó mintiendo
al decir que su nombre era nadie, su peor error fue decirme su nombre al salir
de mis aposentos, pues lo pagaría caro porque mi maravilloso padre me vengaría.
Poco antes de esto, yo
estaba tan enamorado de la nereida Galatea. Pero como toda historia de amor, la
pretendiente ya tenía alguien ocupando el espacio de su corazón, la ninfa
marina estaba enamorada de Acis, hijo de Pan. Al verme quedó aterrorizada por
mi monstruoso aspecto, para conquistarla, me había arreglado el pelo y la barba.
Yo como el fuerte e ignorante gigante, en esos tiempos, ignore los consejos del
vidente Telemo, que me había advertido que tuviese cuidado con Odiseo, porque
me dejaría ciego. Al estar tan enamorado de la hermosa Galatea me puso a
componer una serenata para ella. La composición, en la que me quejaba de la
crueldad de la joven, me convirtió en el hazmerreír de todos. Además, le
proporcione una lista de todo lo que le daría si se iba conmigo, incluida una
barba para que jugase con ella, y enumere todas mis virtudes masculinas,
alabando la cantidad de pelo que tenía y mi ojo que parecía “el disco del sol”.
Cuando Galatea ni se
inmutó ante mi hermoso canto, abandone mis buenas intenciones y volví a mi
verdadera naturaleza de bestia salvaje. En un ataque de celos maté a Acis,
amante de Galatea, arrojándolo contra las piedras. Gracias a la muerte de este
imbécil, su cuerpo entero fue convertido en rio, rio que es regocijante ver y
recordar que ese fue el día en que acabe con mi competencia.
SEBASTIAN RAMIREZ QUINTERO 11-1
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